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Apuestas deportivas: enganchados a un juego al que es imposible ganar

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Una droga se expande por España. Una droga destructiva, pero inocua en apariencia: no amenaza con destrozarte el organismo ni con mellarte la boca; al contrario, te promete el éxito a través de la voz de los ídolos del deporte que aparecen en la televisión, en la radio, en las redes sociales y en las camisetas de los grandes clubes de fútbol. Cristiano Ronaldo, Rafael Nadal o Usain Bolt apuestan frente a ti: ganan frente a ti. Es la persona Ronaldo o Bolt, pero se trata, sobre todo, de su símbolo: la excelencia física, la riqueza descomunal, el lujo, la celebridad; el putoamismo. Apuestan. Ganan frente a ti. Y frente a tus hijos: su publicidad ataca libremente en horario infantil. Una droga de enganche rápido como la heroína y de soplo eufórico como la cocaína (esto casi no es una metáfora). Las asociaciones de ludopatía no dan abasto: nunca en décadas de trabajo habían visto un brote de casos como el de los últimos años. “Estamos viendo un comportamiento patológico equivalente al de una persona que lleva jugando 10 años. Con el juego online lo estamos encontrando en meses”, dice Bayta Díaz, psicóloga de la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (Apal) desde hace 14 años.

Hay 613.812 usuarios activos en las casas de apuestas, según el último Informe Trimestral del Mercado del Juego Online, un 13,44% más que en el mismo segmento de 2016. No sólo corresponde a las apuestas deportivas, también a póker, casino y bingos virtuales. Hasta septiembre de 2017, los operadores gastaron más de 140 millones de euros en promocionarse. En España hay más de medio centenar de empresas con licencia en el negocio online y presencial. Nombres como 888, Pokerstars, Bwin, Botemanía o Betfair… La mayoría no tributan en España, sino en territorios de fiscalidad amigable como Malta o Gibraltar. La Memoria Anual del Juego puso la cifra: en 2016 el volumen de negocio del gremio online llega a los 10.000 millones de euros. ¿Cómo lo han hecho? ¿A costa de qué?

En la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, la mujer que soñaba con Eurovegas, promulgó un decreto en 2006 que abría la veda para la apertura de este tipo de establecimientos. En 2011, el Gobierno de Zapatero lo reguló a nivel estatal. En 2013 ya había más de 300 locales en la capital. Esa cifra hoy casi la cubre solo una de las firmas: Sportium suma 247 casas en la Comunidad. Los negocios se acumulan en una misma calle o una misma plaza. Un jugador puede recorrer la península, desde Cádiz a los Pirineos, saltando de tienda en tienda y sin tocar el suelo. Se filtra a la calle su mundo de colores y estímulos lumínicos. Siempre hay fumadores en las puertas, pensativos o excitados. No son comercios. En un comercio uno paga y recibe: intercambia. Estos Sportium, Codere, William Hill son piscifactorías: cientos de humanos, machos en su mayoría, se agitan dentro de su cerco de máquinas y de ruletas creyendo que se alimentan, que ganan algo.

Las casas de apuestas disfrutan del don de la oportunidad. Abren casualmente en barrios pobres y pegaditas a las asociaciones de ludópatas. “Los salones de juego se han convertido en el nuevo punto de reunión de los chavales. Los que tienen edad apuestan, los que no, convencen a alguien para que apueste por ellos y si no, juegan a la ruleta: aquí han empezado a venir menores con problemas con la ruleta. Nadie les ha pedido el DNI para entrar. Nadie”, critica la psicóloga de Apal.

Estas piscifactorías humanas crecen a borbotones en los barrios obreros y de población inmigrante. En Inglaterra, la ONG Fairer Gambling rastreó la estrategia ya en 2013: 1.251 casas de apuestas se repartían en los 50 distritos electorales con mayor nivel de paro. Antonio Ferrández, psicólogo de la Asociación Terapéutica del Juego (Atej) que lleva 27 años rehabilitando ludópatas, percibe un cambio: “La gente que nos llega es de nivel económico medio, pero los chavales que llegan ahora tienen un nivel bastante bajo. Hay muchos inmigrantes que están entrando porque viven en condiciones precarias, ven que hay gastos en su entorno y apostar al Barcelona-Osasuna está chupado”, explica. El estudio de Percepción Social del Juego de Azar (2016) colocaba en la clase media-baja la principal prevalencia de la adicción.

Navarro, Cristiano, Nadal, Ronaldo, Neymar y Piqué.

Lavado de cerebro

Nadie nace ludópata. Toda adicción deriva de ideas irracionales que se enganchan al cerebro y succionan como garrapatas. Las casas de apuestas son virtuosas en esto, saben cómo poner huevos en la mente de los jugadores activos y potenciales. “Cuando ves los anuncios, da la impresión de que tienen un micrófono en nuestras terapias. Saben dónde rascar”, analiza Bayta Díaz. El refuerzo rápido y la inmediatez son palancas clave en el enganche. Spot: Usain Bolt meciéndose en la hamaca de la piscina; al fondo, palmeras tropicales abanicando un caserón: “Menos esperas y más acción. El hombre más rápido del planeta disfruta ahora del juego más veloz de Poker Stars”, dice la voz en off. “Ellos saben que cuanto más rápido te den la recompensa, más rápido te sentirás bien o mal. Si te sientes mal, si pierdes, te doy rápido la oportunidad de volver a apostar; si te encuentras bien porque ganas, te dan la oportunidad de que te sientas mejor”, reflexiona Díaz. Pero la avidez de velocidad se aprende: es un automatismo que se desarrolla con el tiempo. Este anuncio va dirigido a quienes ya se han enredado en la telaraña.

Pero antes hay un paso previo: captarte, instalarte la compulsión y convertirla en tu inercia. Se despliegan varias ofensivas. Por un lado, los bonos: “Regístrate y consigue hasta 150 euros para apostar”, “doblamos tu primer depósito hasta 200 euros”. La ley prohíbe regalar dinero a los usuarios y las casas de apuestas hacen algo peor: ahora fingen que lo regalan. Lo que parece un obsequio se convierte en un tobogán hacia el endeudamiento y hacia la urgencia por recuperarte, que es el primer paso de la adicción. Miguel Ángel Gago apostó durante muchos años, ahora forma parte de Atej y se dedica a desarmar los mensajes engañosos de los operadores. Cuenta que, en realidad, ofrecen una cantidad virtual y exigen unos requisitos imposibles para poder cobrarla: debe invertirse en apuestas arriesgadas y en un corto periodo de tiempo. “Tienes que jugarte la cantidad entera [depósito más bono] 10 o 25 veces, y te limitan el dinero que puedes llegar a ganar”, explica. Además, caducan pronto: debes realizar todas las apuestas en 10 días o un mes, dependiendo de la empresa. “Así te están acostumbrando a jugar con frecuencia y en apuestas de alto riesgo”. Algunos ejemplos de las condiciones: Marca Apuestas, William Hill, Bet365.

Irene Montiel, doctora en Psicología y coautora de El juego de azar online en los nativos digitales explica las razones por las que el soporte de internet produce ludópatas con mayor eficacia: “Son las características propias de la red, la inmediatez, el poder acceder en cualquier momento, a cualquier hora, desde cualquier dispositivo”, explica. Simplemente con recibir notificaciones de redes sociales o pinchar enlaces, el cerebro libera dopamina, te engancha, y eso que en estos casos no hay dinero en liza.

La primera estrategia de seducción, la que rompe suspicacias, abunda en el lenguaje. El mundo de las apuestas se sirve de una jerga matemática. Fracciones, decimales, estadísticas. Se maquilla el azar con una pátina de conocimiento. Luego, una vez en el meollo, se establecen categorías de jugadores: te condecoran, te hacen VIP. Se estimula al jugador a sentirse más listo que la banca. “Esa es la fantasía. Una falsa sensación de control que perpetúa el problema”, apunta Bayta Díaz.

Establecimiento de apuesta online, en Villalba estación, en la Comunidad de Madrid. Foto: Manolo Finish.

Alfredo (seudónimo), 38 años. “Esto juega con las emociones. Te venden las cifras, te venden los múltiplos. Cuando empecé online ganaba dinero, tenía unos patrones, pero los pierdes y ya… Si fueras una máquina, dosificarías tanto tu pérdida como tu ganancia. Si eres capaz de ser la puta leche, de olfatear mercados, de regenerarte y no ser un kamikaze. Yo ganaba 2.000 pavos al mes. Me aseguré mercados débiles donde la sorpresa es más fácil. Donde más: dardos, billar, snooker y ligas de fútbol de otros países, de segunda; nada de grandes eventos: ahí los números ya están masticados. Empecé a ganar y bien, pero luego decía: voy a meter mil pavos a un mercado más seguro, y en ese momento pinchaba. Puedes apostar a lo que se te ocurra, elecciones, ganadores de concursos, a quién saca primero un córner”.

“Cuando piensas que puede darse la vuelta, ese es el momento dulce para apostar. No hay nada como esperar al partido porque si ves un partido que sigue como se pensaba y se confirma a la primera intuición, ese partido no es mercado. Tienes que ser listo. Te interesa otear los que rompen el pronóstico estadístico, que empiecen de manera inusual: ahí es donde las cifras empiezan a fluctuar. Entonces abrías un abanico de cuatro apuestas, tienes que hacerlas bien, con un poco de olfato. Tres o cuatro ventanitas, y siempre pillando una con el multiplicador suficiente para compensar las otras tres. Así lo normal es que quede algo en positivo. Tienes que ver, uy, hoy parece que el partido va a ser más de lo normal, y empieza ganando el otro: eso no va a quedar así, y lo sabes por datos estadísticos, tienes que informarte un poquito. Yo seguía toda la evolución de los equipos. Hay estadísticas de todo. Siempre mirando estadísticas”. [Entre apuestas y casinos, Alfredo perdió más de 200.000 euros. Antes de apostar no era aficionado al deporte. En el fondo, esto no va de deportes].

Las casas de apuestas no esconden micrófonos en las terapias de grupo. Tienen algo mejor: estudios sobre el estado, la percepción del juego, y a favor del juego responsable. Aportan dinero, se alían con universidades y asociaciones (Codere con la Universidad Carlos III; Sportium con la Asociación Centro Catalán de Adicciones Sociales…). Una paradoja exclusiva de este negocio: al tiempo que se limpian la cara, reciben información sobre fallas en la imagen de su actividad o sobre los resortes de la mente del jugador. No es Responsabilidad Social Corporativa, son estudios de mercado. Al mismo tiempo, los mismos gastan millones en captación: un bombardeo publicitario ubicuo y, a veces, como en el caso de las radios, burlando la ética. Los mensajes aparecen en horario infantil, incluso, como denunció el Consejo Audiovisual Andaluz, irrumpieron en Clan, un canal de dibujos. Codere paga estudios, coloca el logotipo de Juego Seguro del Ministerio en su web (recibe el amparo del prestigio de la institución) y a la vez paga seis millones de euros al Real Madrid por patrocinio con el fin de excitar el lado más irracional (y menos responsable) de los espectadores. El Real Madrid también ha lucido durante 5 años el rótulo de Bwin en la camiseta. En un partido en Suiza, tuvo que salir sin él: el país alpino prohíbe esa publicidad. España, en cambio, no se ha preocupado de regularla. El Barcelona firmó un contrato con Betfair; el Málaga, con William Hill; el Valencia, con Unibet.

“Si quieres ganar dinero con el juego, pon tú el negocio”

Juan (seudónimo). 53 años. “Cuando empiezo a tener problemas de ludopatía es con las apuestas online. Me gustaban las quinielas, pero aquí se gana más, tú eliges los partidos, haces tus propias combinaciones. Me gustaba el fútbol, ahora no lo veo. Tenía dos parabólicas en casa, fíjate, no hacía otra cosa que ver partidos. Trabajaba en banca, era apoderado y podía refinanciarme. Tenía tarjetas de 20.000 euros, mías, que no iban a casa. No se enteraba nadie. En dos partidos de Brasil, un domingo, aposté a que la última jugada era gol en ambos. Con un euro te llevabas 2.500 y puse 10. Gané 25.000 pavos. Buff, impresionante [todavía sonríe]. Y el problema era, ¿y ahora cómo lo cobro para que no se sepa?: era un problema haberlo ganado. Inmediatamente, la página me limitó las apuestas para que no ganara más… Empiezas a ver la vida como algo nebuloso, la vida son las apuestas, no hay otra cosa. Todo el día pensando: apuestas, apuestas, apuestas. Salir a cenar con amigos te molesta, no te centras en la conversación. Necesitas estar en la nebulosa con tal intensidad que cualquier cosa te hace estar superincómodo, a disgusto”.

“Luego cambié a ruleta. Soñaba con todos los números, me los sabía todos, con sus vecinos, todo. Yo llegué a jugar 500 euros a cinco números, de golpe, y me fui. Me tuvieron que avisar de que había ganado 3.600 euros porque estaba en otra mesa jugando. Cuando estás en la casa de apuestas o en el casino te crees el rey del mambo. Es tu mundo. Te piensas que mandas algo. Uno opina, el otro opina, juégale aquí, en esta mesa lleva sin salir tanto, aquella mesa está bien de no sé qué. Me acuerdo de un día: lo pienso y digo, madre de Dios, pedazo de gilipollas. Gané 5.000 pavos en una mesa y le dije al crupier: ahora vamos a parar, me voy a ir a cenar y cuando vuelva ganaré otros 5.000, y si no, al tiempo. Ahora sé que el tío pensaría que yo era un gilipollas, aunque transmitía otra cosa, claro. Y hay supersticiones: un compañero de la terapia buscaba mierdas por la calle para pisarlas. Veía una mierda y la pisaba, pero, ojo, no así de cualquier forma: se hacía el descuidado para pisarla como sin verla. Yo le cogía manía a equipos, a jugadores…”

“Me echaron del trabajo. Hice operaciones de financiación con tarjeta que no debía y me pusieron en la puta calle. Para las casas ancha es Castilla para que todo el mundo entre, y luego con decir 'juega con responsabilidad', ya se cubren”.

Las casas de apuestas diseñan el itinerario de la adicción. Si entras, ganas y quieres retirar tus beneficios y escapar rápido, te ponen trabas. Te exigen trámites. Por seguridad, dicen, una seguridad de una sola dirección: cuando depositas dinero no hay problema, tardas segundos. “Me pidieron un justificante del agua, de impuestos, de dónde vivía; un papeleo que lleva varios días. Pero tú has ganado 2.000 pavos y te cabreas porque no te lo dan y dices, coño, voy a echarme otra apuestica. Ese tiempo juega a favor de ellos. Y pierdes. O ganas y te envalentonas y empiezas a jugar más alto. Está todo pensado”, recuerda Alfredo.

Como dice el psicólogo de Atej Antonio Ferrández: “Si quieres ganar dinero con las apuestas, monta tú el negocio”. Eso es lo que hizo Daniel Mateos, fundador de Pickyo, una plataforma de tipsters, es decir, de vendedores de pronóstico. Una vez nada en la jungla de estadísticas, el jugador no sólo gasta en apuestas, también en pronósticos. Su utilidad es la misma que la de los mensajes de los oráculos: consiguen que le veas la lógica a esto de arriesgar tu sueldo y que lo hagas con cierta sensación de seguridad y predestinación. Mateos cuenta que algunos clientes se dejan al mes 4.000 o 5.000 sólo en pronósticos. Antes de oráculo fue gestor de carteras financieras y fondos de inversión. Conoce las trabas de las casas de primera mano: “En muchos países, incluido España, es muy complicado ganar dinero. Si ganas mucho, te limitan, te dicen que no puedes apostar más de 0,5 euros. Te limitan de forma que te están invitando a irte”, explica. El eslogan real del juego responsable (ese que han urdido las empresas junto al Ministerio para hacer creer que la adicción nace del individuo, que no es el medio el que la estimula) quedaría así: Juega con responsabilidad, pero tampoco te pases que te bloqueamos la cuenta.

Belen Esteban como imagen promocional de un bingo online.

Diseñan la epidemia, pero saben cómo desvincularse de los montones de vidas destrozadas que desechan a su paso. Interesa (a las casas, a los medios y periodistas que ingresan publicidad, a los clubes…) que la ludopatía se vea como una enfermedad crónica porque, a los ojos de la sociedad, el problema pasa a ser una anomalía de unos sujetos concretos, como la esclerosis o la esquizofrenia. La perpetuación de este mensaje obstaculiza la recuperación, según argumenta Antonio Ferrández: “No es una enfermedad crónica, lo que tienes son las ideas cambiadas. Nadie nace ludópata, esto se aprende. Es un trastorno de hábitos, impulsos, de ideas que seguramente provoca algún cambio en la química del cerebro”, explica y lamenta que ese enfoque mueva al jugador a la resignación y al miedo de no volver a tener una vida normal, y que por eso rehúya la terapia. “Pero aquí hay gente que no se ha vuelto a acordar del juego en su vida”, apunta.

La ludopatía crece más que nunca, y más rápido, porque el tejido que rodea al sector es perfecto. Se ha conseguido cambiar el look del juego y seducir a los jóvenes. Antes, casinos, ruletas, tragaperras o cartas se atribuían a personas mayores, casposas, problemáticas, aisladas. Ahora, el negocio del azar se ha hecho un lifting. Las redes sociales ayudan creando comunidad: “Conductas como esta antes estaban repudiadas o marcadas o no reforzadas, no había tanta posibilidad de que se extendieran; pero ahora con las redes sociales y los foros se crean grupos discretos donde se apoyan unos a otros y crean sus dinámicas, jerarquías y normas. Las personas ganan estatus contando trucos y, además, se generan vínculos emocionales. El mayor problema es cuando tu única fuente de autoestima está ahí”, analiza Irene Montiel.

¿Y el Gobierno? “Se lo lleva crudo”

Para los voluntarios de las asociaciones y las víctimas de las apuestas, hablar del Estado es hablar de un cómplice. ¿Qué hace el Gobierno para solucionarlo? “Llevárselo crudo”, responde Bayta Díaz de forma automática. En octubre de 2017, el Ejecutivo contestó a la preocupación del PSOE (que legalizó el negocio) sobre el asunto. Lo hizo por escrito, en modo mute. En el texto enumeró las medidas de prevención vigentes. Contrastadas con los expertos, la conclusión es unánime: son inútiles. El registro debe comprobar si eres adulto, pero puedes usar el DNI de tu madre, y en muchos establecimientos presenciales no controlan la documentación. Hay un límite de dinero semanal o mensual que puedes apostar y perder, pero si te bloquean en una página, según Ferrández, abres una cuenta en otra sin problemas. Se prohíbe financiar a los jugadores, y en consecuencia se les regalan bonus de dinero fake.

Las instituciones no protegen a los vulnerables y eso los convierte en un menú suculento a los ojos de las empresas de microcréditos. Los jugadores recurren a ellas en momentos desesperados (o en momentos de corazonada). Pero en este caso la probabilidad de ganar es siempre inferior a 0. Los intereses son brutales. ¿Requisitos? “Lo dicen en el anuncio: no importa Asnef [registro de morosos], nómina ni impagados”, se escandaliza la psicóloga de Apal. Un DNI, y listo. “Tardas cinco minutos, te dan varios en un día si quieres. Antes se podía endeudar una persona con trabajo, ahora cualquiera puede tener 20 microcréditos. La adicción no aparece sola, hay cosas que la facilitan. Mucha gente no habría llegado a la asociación sin haber tenido acceso a esos microcréditos. Igual que sin las apuestas deportivas, en la vida iban a haber jugado en una tragaperras”, concluye.

El Gobierno tiene un programa de autoexclusión. El objetivo es que si un jugador decide rehabilitarse, su nombre quede registrado y las salas y webs no le permitan acceder. Sin embargo, en algunas comunidades autónomas uno puede seleccionar el periodo de tiempo o el tipo de juego del que desea apartarse, como si el trastorno afectara solo a una modalidad (como si un fumador dejara de fumar porque retiran su marca del mercado). Alfredo se registró, pero escogió sólo la restricción autonómica: “Por si me daba por viajar”. Además, si uno se arrepiente, puede pagar una tasa y borrarse. “Si lo solicito una vez, ¿cómo me pueden permitir que me arrepienta? De esa forma, hay penitentes que se bloquean para el casino y se lo quitan y se lo ponen constantemente, a un jugador se la suda pagar 70 pavos [cada Comunidad cobra una tasa]”. Es rápido, se rellena el formulario, se apoquina, y ya puedes apostar de nuevo. En el teléfono de interdicciones del Ministerio confirman que no hay seguimientos ni exámenes para comprobar si el solicitante se ha rehabilitado. El Gobierno tiene un listado de personas afectadas y no exprime las oportunidades de amparo que eso ofrece. “Nada, nada, ¿qué examen?”, se crispa Alfredo, medio riéndose, “contribuyes y, venga, a jugar”.

Se ha convertido en uno de los pilares de los casinos que disfrutan de un gran éxito a escala mundial, pero si quieres ganar a lo grande. Ahora estás listo para jugar los juegos para los que te uniste en primer lugar, puedes aumentar tu nivel de riesgo. Finalmente, esta innovadora selección de tragamonedas ha captado la atención de muchos jugadores. Este juego tiene un gran número de seguidores, y otros elementos.

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